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La angustia acompaña a familiares de niños desaparecidos tras sismo en México

Isabel Reviejo | | México

Septiembre, 2017

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En las proximidades del Colegio Enrique Rébsamen, hojas de cuaderno desvelan el destino de varios de los niños que quedaron atrapados tras el fuerte terremoto que azotó la Ciudad de México. Aun así, quedan muchas personas que ven, con angustia, que ya han pasado 24 horas sin saber de sus familiares.

"Fátima: encontrada viva", "Fidel: hospital Ángeles", "Pamela: ambulancia". Los nombres escritos en las hojas intentan ser de ayuda a los familiares que se acercan a la amp-adtitución.

Sin embargo, este es solo un pequeño gesto que no logra resolver las dudas de las decenas de familiares que esperan saber dónde están sus hijos. "No hay certeza de nada", asegura Adriana, madre de una de las niñas hasta el momento desaparecidas.

El derrumbe del colegio ha provocado la muerte de al menos 21 niños y cuatro adultos, según el último reporte de la Secretaría de Educación Pública, aunque otras fuentes han elevado hasta 37 las víctimas mortales, 32 de ellos alumnos.

Cuando el martes empezó a temblar, a las 13.14 hora local (18.14 GMT), un grupo de alumnos de segundo de primaria, entre los que se encontraba la hija de Adriana, Mónica, intentó evacuar el edificio por las escaleras del lado izquierdo del inmueble. "Fue justo la zona de colapso inmediato", explica la madre.

Su otra hija, en un curso más avanzado, logró salir del edificio por el lado opuesto, y se encuentra bien.

Acompañada de sus primos, sus cuñados y su marido, Adriana espera que haya más noticias, aunque estas cada vez tardan más en llegar porque las tareas de rescate son cada vez más delicadas.

Si los niños sacados de los escombros no son identificados, conocer su paradero se hace prácticamente imposible. En los hospitales "no te dejan ver a los niños", y en el Ministerio Público "no te dejan ver el cuerpo" para saber si es o no un familiar, a no ser que el nombre coincida con el registrado.

Adriana reconoce que la esperanza de encontrar a Mónica con vida "es mínima". Del grupo que iba con ella, "al menos seis chiquitos ya fallecieron, y una maestra", dice.

"Creo mucho en Dios, y si Dios me quiere compartir otro rato a mi hija, es el mejor regalo de la vida, y si no, me la compartió siete años maravillosos que me hizo muy, muy feliz", afirma emocionada.

Al llegar a las inmediaciones del lugar, María Elena Villaseñor, voluntaria y vecina del lugar, atiende a quienes se acercan a las listas de los niños con un "¿está buscando a un familiar?".

Ella lleva desde la tarde de este martes intentando ayudar en las tareas de rescate. "No te puedes quedar parado sin hacer nada cuando sabes que una escuela de kínder, primaria y secundaria está abajo", señala la voluntaria, cuyos hijos asisten a un colegio que está justo detrás del Rébsamen y que quedó en pie.

De entre todos los carteles, María Elena señala el que tiene escrito el nombre de Frida Santiago. La niña es una superviviente a quien encontraron entre los escombros porque pudo mantenerse en contacto con su madre a través de Whatsapp.

Los cuerpos de rescate esperan encontrar alguna persona más con vida entre el derrumbe.

Para saber si hay supervivientes, los rescatistas piden a gritos que estas personas hagan un golpeteo o cualquier señal para saber dónde están. En el mejor de los casos, los afectados pueden responder verbalmente, lo que también ayuda a mantenerlos conscientes.

La lentitud actual de los avances se explica porque los pisos de la estructura se compactaron, y los posibles sobrevivientes están en ese lugar, en el que el acceso es "muy difícil", explica a Efe un rescatista de la Marina, uno de los cuerpos que participan en la actividad.

El rescatista subraya el riesgo que esta labor entraña. Si se siente una réplica del terremoto, o si hay algo que no se apuntale bien, que se deslice", incluso los brigadistas pueden quedar atrapados.

Sentados en sillas de plástico y cubetas volteadas, los familiares de Jessica aguardan serenos, con la mirada fija en una ambulancia que aguarda la llegada de los rescatados. Pero, advierte Rosa, uno también se cansa de estar calmado.

"Nos cansamos de estar esperando, esperando, ya queremos saber, es una angustia tanto para ella como para mi familia", defiende Rosa, hermana de Jessica.

Jessica, de 31 años, trabaja en la intendencia de la escuela, y estaba llevando a un par de niños al baño cuando la sorprendió el temblor.

Su hermana entiende que la capital está colapsada tras el sismo, que ha causado al menos 225 muertos, según el último reporte oficial, pero también pide a los cuerpos de seguridad que se pongan en su lugar y entiendan la necesidad que tienen, como familiares, de saber qué está pasando.

"Yo ya quisiera que acabara todo esto, todo este martirio", lamenta mientras los cuerpos de rescate siguen con su vaivén constante, vigilados por una pancarta que, en lo alto del edificio que no ha quedado derruido, afirma "La unión hace la fuerza".


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