Familiares de víctimas de la explosión de Tlahuelilpan lidian con la desesperación


STR|EFE

Los familiares de víctimas de la explosión a una toma clandestina de gasolina en México, que suma ya 79 muertos, siguen agolpadas en la zona cero, desesperadas y a la espera de identificar a sus allegados.

Pero cada vez causan menos alboroto, se están acostumbrando al silencio y a una información dosificada y esquiva mientras conviven con la angustia en un ambiente hostil.

En el lugar del suceso, en una de las entradas al pueblo de Tlahuelilpan, en el céntrico estado de Hidalgo, un tenue olor a gasolina se filtra en las memorias en un predio arrasado por el fuego, con zapatos calcinados, camisas manchadas de sangre o incluso piel humana sobre la tierra.

En medio de este desolador escenario, las autoridades tratan de sacar los cuerpos que quedan.

Mientras esperan, los familiares tiene dos opciones: mirar inertes cómo el personal del Ejército y la Policía Federal excava en una gigantesca zanja o ir de hospital en hospital a ver si, por suerte, uno de sus seres queridos está vivo.


"Nos dicen en un hospital, vamos a ese, nos dicen en otro y vamos a ese y tampoco. Nos traen de hospital en hospital y no fluye la información correctamente", cuenta a Baja Press Silvia Trejo, una mujer que espera hallar a su sobrino y que no duerme desde hace casi 24 horas.

Para trasladarse de un centro a otro, según cuentan Silvia y otras personas allí presentes, las autoridades no ofrecen transporte, por lo que deben movilizarse por sus propios medios.

Suele ser algún vecino del municipio de Tlahuelilpan u otro familiar el que se ofrece a llevarlos, ya que "hay familias que no tienen medio de transporte".

A los que ya han ido al hospital lo único que les queda es esperar, aunque "la información no fluye correctamente".

Por su parte, Efrén Hidalgo, un hombre que se encuentra esperando encontrar el cuerpo de uno de sus hijos, cuenta a Baja Press que esta mañana fue llevado por un amigo al ministerio público de Mixquiahuala a rellenar los formularios correspondientes y a que le tomasen "pruebas de ADN para identificar al cadáver".


Mientras esperan, personas del municipio ofrecen comida y agua para hacer un poco más liviana la espera.

También personal de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) se encuentra en el lugar tomando datos a los allí presentes con el fin de, si encuentran a alguno de sus familiares en un hospital, notificárselo.

"Yo tengo la esperanza de que esté vivo en algún hospital", comenta Silvia, quien reconoce sentirse "desesperada por no tener noticias".

Lo ocurrido la noche de ayer lo recuerda con claridad, con la imagen de su sobrino corriendo a por combustible luego de que este se saliese de uno de los ductos de combustible de la empresa estatal, Petróleos Mexicanos (Pemex), minutos antes de la explosión.

También rememora el momento en el que llegaron las llamas y la gente rompió a correr casi desnuda por la hierba con el cuerpo ardiendo.

Esta es la peor imagen que recuerda la mujer, junto a la de los cuerpos calcinados y el olor a carne quemada.

"Me ha entristecido cómo la gente corría sin ropa con el cuerpo quemado, era impresionante ver eso", reconoce afectada.


Desde el estallido de este viernes ya suman al menos 79 muertos mientras y 75 heridos.

La explosión se produce en mitad del pulso que el nuevo gobierno decidió echarle al robo indiscriminado de combustible que desde años ocasiona pérdidas económicas en el país.

Según fuentes oficiales, en 2018 las pérdidas llegaron a 65.000 millones de pesos (unos 3.400 millones de dólares).

Este combate frontal a la problemática ha ocasionado desabastecimiento de gasolina en el país a raíz de que el presidente, Andrés Manuel López Obrador, cambió el método de transporte de combustible, cerrando ductos y moviendo el hidrocarburo con camiones cisterna.

Esto ha provocado escasez de gasolina desde inicios de año en diez estados del país, entre los cuales se encuentra Hidalgo.


Los encargados de robar y vender de manera ilegal el combustible de los ductos son los llamados huachicoleros.

Tanto Silvia como el joven Alfredo Guillermo Sierra negaron a Baja Press que sus familiares se dedicaran a eso, argumentando que se encontraban en el lugar de los hechos obteniendo gasolina debido a la necesidad que provoca la escasez que ha vivido el estado en los últimos días con las estaciones cerradas.

Aun así, reconocen que escuece ver cómo la gente asocia a sus seres queridos con esas actividades, un pensamiento que se adhiere al ya de por sí ambiente hostil y de desesperación con el que los familiares van a tener que convivir al menos unas horas más.










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