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El Ritual. Lo antiguo, lo oculto y lo indígena

Alan Gómez | | México

Mayo, 2018

EN TENDENCIA



Indígena
adjetivo / nombre común
Primitivo habitante de un lugar, nativo

La fantástica película The Ritual (2017), dirigida por David Bruckner y escrita por Joe Barton, ha llegado a las salas mexicanas para contar la historia de cuatro amigos británicos que emprenden un viaje a los bosques de Suecia. 

Tras el asesinato de su buen amigo Robert, los cuatro desean cumplir su último deseo. Y aunque sus años de juventud ya han pasado; deciden viajar juntos en homenaje a la memoria de su amigo fallecido, quizá también para tratar de aliviar el dolor de su muerte. 

Todos se conocen bien y su larga amistad ya no permite poses falsas. Uno de ellos, Luke, no podrá esconder el doloroso secreto: fue su culpa. Él dejó morir a Robert. 

La última vez que estuvieron juntos, en una tienda de licor en Londres, Luke se escondió tras un anaquel repleto de botellas; mientras un par de asaltantes rebanaban la cara de su viejo amigo. Es el tipo de cosas que suceden en las grandes ciudades, y no solo en la películas: en 2018, las cifra de homicidios en la capital inglesa superó por primera vez las estadísticas de asesinatos en Nueva York, algo impensable hace una década. 

Pero las zonas rurales, al menos en el cine de horror, pueden ser mucho peores. A diferencia de Inglaterra, donde el desarrollo industrial destruyó la mayor parte de los grandes bosques; la belleza natural resiste en la península escandinava, gracias a las políticas “izquierdistas” de conservación que países como Suecia han defendido, un país que además es relativamente despoblado y se ha mostrado dispuesto a recibir grandes grupos de refugiados extranjeros. Algunos grupos de derecha afirman: esta apertura “de izquierdas” está provocando crimen y muerte.

En Latinoamérica, más allá de la conservación ecológica; cuando se trata por ejemplo de rescatar los símbolos del pasado de las primeras naciones (como los dioses de las civilizaciones prehispánicas), son también los movimientos políticos de izquierda o “progresistas” los que portan dicha bandera. 

Pero curiosamente, revalorar a las sociedades nativas y antiguas se ve con una luz diferente en Europa. 

La canción del inmigrante

Un “atajo” que atraviesa la parte más densa del bosque, llevará al cansado grupo de amigos (compuesto, como toda la sociedad londinense, de cierta diversidad racial), a descubrir algunas señales de alerta: las marcas de una antigua runa vikinga, un animal destripado entre las ramas de los árboles (¿Un sacrificio?) y una vieja cabaña en medio de la nada, en donde tendrán que pasar la noche juntos. 

Pero esta fórmula (aparentemente gastada) no se traduce en una trama previsible. El excelente guión, basado en una novela homónima, se aleja de los pasos habituales que los sustos de “cabañas en el bosque” regularmente ofrecen, y en su lugar plantea un terror psicológico (incluso cósmico) excepcional.

El ritual nativo comienza. En la oscuridad de esa cabaña maltrecha, las pesadillas individuales se apoderan de los cuatro: uno de ellos se orina de horror mientras duerme; otro aparece desnudo, de rodillas rezando al totem de algún dios pagano que misteriosamente habita en las recamaras superiores. Y Luke regresa (¿Soñando?) a esa tienda de licores, una y otra vez, para ver a su amigo morir masacrado. 

Spoilers a continuación.   

Se trata de una deidad bastarda, hijo de Loki, una figura oscura en la mitología nórdica, una criatura antigua que resiste como relicto en ese bosque. Elije a los que son como él, los marca con la misma runa que aparece en la corteza de los árboles y si le adoran, los premia con “vida” eterna. Y así, una comunidad primitiva le rodea, creyentes de los dioses antiguos. Se esconden en lo más profundo de los bosques, siempre hostiles a los extranjeros. Y serán ellos quienes capturen a los pocos que se atrevan a cruzar ese paraje maldito, para entregarlos como un tributo al monstruoso y nativo ser supremo. No es casualidad que esta comunidad recuerde a los “rednecks” que abundan en el cine gore norteamericano, el estereotipo de fiel seguidor ignorante y violento del conservador partido republicano. 

La runa vikinga, que significa “herencia” o “ascendencia” y que aparece constantemente en la cinta, ha sido utilizada desde hace tiempo por diversos grupos de la derecha radical en Europa, tramposamente descontextualziada (como la esvástica “nazi”) pero reinterpretada por su valioso pasado, como un espejo macabro del indigenismo en las Américas. 

Mientras en nuestras tierras, la izquierda soberanista porta los símbolos milenarios y añora los tiempos antiguos que precedieron a los colonizadores; en Europa, es la derecha nacionalista la que sueña con regresar al tradicionalismo pre-crsitiano. 

Aunque existen diferencias marcadas: la defensa del supremacismo racial de la sociedad “nativa” se asoma en un solo lado del Océano Atlántico, pero es precisamente ese miedo (“el miedo real”) a las radicales fuerzas políticas nacionalistas y anti-inmigrantes (fuerzas que se posicionan con creciente apoyo en toda Europa) el que alimenta la fascinante historia de esta película. 

El mensaje para los “ciudadanos globales” de Londres o toda Europa (o todo el mundo) es simple: habrá que enfrentar la pesadilla en casa, como los protagonistas sobrevivientes que enfrentan a la comunidad pagana: la “nueva derecha”, tradicionista, racista y tecnofóbica, representada en The Ritual como una colectividad racialmente y religiosamente homogénea, pero de un aspecto menos humano y más... divino.

Mi reflexión final también será nativista: ¿Veremos algún día en México cintas de terror como The Ritual, donde la mitología azteca o maya amp-adpire el terror a enfrentar? Me temo que no. Porque en nuestro país lidiamos con otro tipo de miedos. Desde la clásica Macario (1960) (donde el protagonista indígena, hambriento y pobre, es perseguido por las deidades judeo-cristianas y por la Santa Inquisición), pasando por el mecanismo vampírico de la excelente Cronos (1993) (creado por un antiguo alquimista español), hasta los cadáveres sin nombre (niños incluidos) que Vuelven (2017) luego de una década perdida de “guerra contra el narco”; México continúa reimaginando en el cine de terror sus viejos y conocidos traumas: pueblos nativos masacrados, sometidos y perseguidos. Y la inevitable sangre derramada en el piso (que aparentemente solo atinamos a lamer) entre cada nuevo intento de colonización.

 


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